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La prosperidad tiene una base – y está empezando a resquebrajarse – Por qué los inversores deberían replantearse su diversificación geográfica

La prosperidad tiene una base – y está empezando a resquebrajarse – Por qué los inversores deberían replantearse su diversificación geográfica

En un mundo que lidia con crecientes tensiones geopolíticas, una retórica proteccionista y la erosión de las estructuras democráticas, surge una pregunta fundamental para cualquier inversor:

¿Cuáles son los verdaderos impulsores del éxito económico a largo plazo? ¿Qué podemos aprender del pasado? ¿Y qué conclusiones debemos sacar para el futuro?

Para los inversores que buscan tanto rentabilidad como estabilidad, la respuesta no está en las últimas cifras del PIB ni en los informes trimestrales, sino en los fundamentos institucionales que dan forma a las economías: la democracia, el estado de derecho y los mercados abiertos.

Estos tres pilares —cuando están presentes y funcionan correctamente— crean un terreno fértil para la innovación, el emprendimiento y el crecimiento. Donde están ausentes o debilitados, incluso los países ricos en recursos fracasan.

Esto debería estar en el centro de nuestras prioridades al tomar decisiones de inversión en el futuro.

La democracia: mucho más que un ideal político

Para los inversores, la democracia significa ante todo una reducción del riesgo. Los gobiernos elegidos democráticamente son, por definición, más transparentes y responsables ante sus ciudadanos. Las elecciones, la libertad de expresión y los medios de comunicación independientes ejercen presión sobre los responsables políticos y hacen menos probables los cambios abruptos e impredecibles en las políticas.

Los países con democracias consolidadas ocupan sistemáticamente los primeros puestos en libertad económica, confianza institucional y riqueza per cápita. Ofrecen previsibilidad, un activo invaluable para los inversores a largo plazo.

El Estado de derecho: la columna vertebral de la confianza

En los mercados de capitales, la verdadera moneda es la confianza. Y la confianza surge de normas exigibles. Los sistemas jurídicos que protegen la propiedad privada, hacen cumplir los contratos y combaten la corrupción fomentan tanto el emprendimiento local como el capital extranjero.

Por el contrario, las economías que carecen de independencia judicial o están plagadas de corrupción sistémica —por muy dinámica que parezca su evolución a corto plazo— conllevan primas de riesgo permanentemente más altas. Los inversores no pueden ignorar amenazas como la expropiación, la regulación arbitraria o una gobernanza corporativa opaca.

Los mercados abiertos: el motor del crecimiento

Los mercados abiertos hacen mucho más que facilitar el comercio. Promueven la eficiencia competitiva, reducen los precios para los consumidores y fomentan la innovación. Las economías abiertas han construido históricamente industrias líderes a nivel mundial.

Los mercados abiertos también atraen talento y capital. Permiten a las empresas especializarse, escalar y atender la demanda global, ventajas que los sistemas cerrados no pueden replicar.

Una crítica frecuente a los mercados abiertos son los desequilibrios comerciales, que a menudo se interpretan como un signo de debilidad económica. Pero esta visión es demasiado simplista. En realidad, no todos los déficits comerciales son perjudiciales, así como los superávits no son necesariamente una señal de fortaleza.

Estados Unidos ha registrado déficits comerciales persistentes durante décadas, y sin embargo ha mantenido un sólido crecimiento, un bajo desempleo y una moneda fuerte. ¿Por qué? Porque sigue siendo un refugio seguro para el capital global. Los inversores extranjeros compran activos estadounidenses —bonos del Estado, acciones, bienes raíces— lo que genera un superávit en la cuenta de capital que compensa el déficit comercial.

Desde una perspectiva macroeconómica, un déficit comercial es simplemente la imagen reflejada de un superávit de capital. Otros países registran regularmente superávits comerciales debido a sectores exportadores fuertes y altas tasas de ahorro. Ninguna de las dos posiciones es intrínsecamente superior; lo fundamental es entender por qué existe el desequilibrio y cómo se financia.

Los desequilibrios comerciales solo se vuelven problemáticos cuando están impulsados por deuda insostenible, sobreconsumo o manipulación de la moneda. En un sistema de comercio global abierto y basado en reglas, a menudo reflejan ventajas comparativas, flujos de inversión o diferencias demográficas.

Las instituciones importan más que nunca

Para los inversores en un mundo cada vez más incierto, la conclusión es clara: las previsiones de crecimiento cambian, los ciclos de mercado van y vienen, pero los países con gobernanza democrática, estado de derecho y mercados abiertos están estructuralmente mejor posicionados para ofrecer rendimientos sostenibles a largo plazo.

Cualquiera que esté reconsiderando sus asignaciones globales debería mirar más allá de los datos macroeconómicos o las curvas de rendimiento, y centrarse en cambio en la solidez de los fundamentos institucionales que sustentan cada mercado.

La erosión de los pilares en Estados Unidos

En este contexto, los acontecimientos actuales en Estados Unidos merecen especial atención. En los últimos años, los tres pilares fundamentales —la democracia, el estado de derecho y los mercados abiertos— han estado bajo una presión creciente.

La polarización política y el bloqueo institucional han erosionado la confianza pública en los procesos democráticos. Las normas legales, antes consideradas sagradas, han sido puestas a prueba por presiones partidistas, aplicación selectiva y la politización del poder judicial. Al mismo tiempo, ha crecido el escepticismo hacia la globalización y la apertura, como lo demuestran el aumento del proteccionismo y la incertidumbre regulatoria. Todo esto pone cada vez más en entredicho el papel tradicional de Estados Unidos como destino preferente del capital global.

Si aceptamos que estos fundamentos institucionales son los verdaderos impulsores de la prosperidad a largo plazo, también debemos reconocer que su erosión representa un riesgo estructural.

Esto no significa que los inversores deban abandonar por completo los activos estadounidenses. Pero quizá ha llegado el momento de reconsiderar la diversificación geográfica — y de dar mayor peso a la resiliencia institucional como factor clave en la asignación de capital. En el mundo actual, los rendimientos a largo plazo más seguros podrían encontrarse allí donde los pilares de la prosperidad siguen intactos.